Charo López: "Estoy como una niña, nerviosa por estrenar en Madrid"



En medio del escenario hay una cama. Sentada en el borde, Charo López (Salamanca, 1943) se atusa el echarpe y da amables instrucciones al cámara que le graba una entrevista para la tele. La actriz pide que suban las luces del teatro Fernán-Gómez, donde estrena hoy El otro lado, de Ariel Dorfman. Algo que ver con las sombras poco favorecedoras. Innecesario. Entre el corrillo de fotógrafos que esperan turno el comentario es unánime: "¡Qué guapa está esta mujer!".

Banalidades aparte, la actriz y productora explica que escogió el texto de Dorfman "una noche tonta", charlando con su director y coprotagonista, Eusebio Lázaro, sobre lo mucho que les había gustado La muerte y la doncella, obra culmen del autor chileno. La compañía lleva dos temporadas de gira con esta tierna tragicomedia sobre la guerra y las fronteras. Durante la representación esa cama sobre la que posa la actriz quedará dividida en dos, cuando un soldado irrumpa en la vida del matrimonio que habita El otro lado.

Pregunta. ¿Qué le atrajo de la obra de Ariel Dorfman?

Respuesta. Busco textos que conecten con los dolores y las alegrías del mundo que me rodea.

P. ¿Y cómo ve ese mundo?

R. Pues un desastre. No sólo por las guerras, sino por las fronteras que creamos, entre ricos y pobres, negros y blancos, heterosexuales y gays, guapos, feos, gordos, flacos, mujeres mayores, mujeres jóvenes... Barreras que no se ven pero que se padecen. Y luego están las fronteras que además de sufrirse se ven, como el muro de Palestina, la valla de Melilla...

P. Por fuera está estupenda, ¿cómo se encuentra por dentro?

R. Estoy en capilla, nerviosa como una niña. Como hay que estar cuando se va a estrenar.

P. ¿Sigue imponiendo hacerlo en Madrid?

R. Hace tiempo que no hacía teatro aquí, tanto que hasta yo me echaba ya de menos... Impone estar en boca de quienes opinan.

P. Dejando aparte la crítica, ¿qué tal es el público madrileño?

R. Muy entregado y muy franco, no tiene retranca, no se cree más listo que nadie.

P. ¿Apetece volver a casa tras un año y pico de gira?

R. No llevo mal las giras, pero trabajar a tres minutos de mi casa es un lujo. No tienes que ponerte a buscar un restaurante a las tantas cuando terminas la función... No echo de menos la ciudad, pero me encanta estar en casa con mis cosas y mi cama.

P. En El otro lado interpreta a una madre, ¿se ha inspirado en la suya?

R. En ella y en mis amigas. Sin ofender, pero son todas iguales, de piñón fijo, con esa obsesión porque comas y porque tengas cuidado... Y si han perdido un hijo, esa pena es igual de grande del primer día al último.

P. ¿Le habría gustado ser madre?

R. Cuando lo pude haber sido no llegó y luego, como el trabajo es tan absorbente y yo tan teatrera y me gusta entrar y salir, me pareció que no era el momento.

P. ¿Qué le quedará dentro de su personaje en El otro lado?

R. De las obras me quedan recuerdos de mis compañeros. Sólo guardo aquellos personajes que disfruté muchísimo, como Mauricia La dura [Fortunata y Jacinta] o la Petra de La Regenta, personajes de los que me he enamorado, y ni siquiera todos; no me da el corazón para tantos amores...

P. ¿Son buenos tiempos para ponerse a producir teatro?

R. Son francamente malos, pero cuando me convertí en empresa nadie me dijo que esto iba a ser un camino de rosas.

P. ¿Uno produce para mandar más?

R. Si te haces productora para mandar eres idiota, no hay más que preocupaciones, no compensa... Yo no quiero mandar, lo que me gusta es poder elegir los compañeros, el director, el texto... Pero después, soy una más.

P. ¿Cuáles son sus preocupaciones como productora?

R. En el teatro se manejan cifras muy pequeñas, pero a la hora de perder se pierde muy rápido.

P. ¿Y cómo se supera el miedo a jugarse los cuartos?

R. Como todo en la vida, creyendo que tampoco se pierde tanto y no pensando demasiado en ello. He tenido tanta suerte en la vida que no veo por qué voy a dejar de tenerla. Mejor no mentar a la bicha.

P. O a la crisis...

R. La crisis la tienen los ayuntamientos, la gente quiere ir al teatro. Pero si los ayuntamientos no programan, se acabó la historia.

Fuente: Patricia Gonsálvez (www.elpais.com)

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