Dos sexagenarios protagonizan la última versión de Romeo y Julieta


¿Es usted un padre aburrido de que sus hijos le riñan? La dieta, la ropa, las manías... ¿Sí? Pues éste es 'su' Romeo y Julieta. La tragedia de Shakespeare ya había sido trasplantada a las malas calles de Nueva York (West-Side Story). Ahora llega a un asilo geriátrico.

Y la idea funciona, a juzgar por los elogiosos comentarios que la crítica británica ha dedicado a 'Juliet and her Romeo', recién estrenada en el teatro Old Vic, de Bristol. La prensa destaca sobre todo el trabajo de los dos veteranos protagonistas: Michael Byrne, de 66 años, y Siân Phillips, que hace una convincente y conmovedora Julieta.

Y hay precedentes cercanos. Últimamente se ha visto también a la gran actriz Judi Dench prendándose a sus 75 años como una adolescente en la deliciosa 'El sueño de una noche de verano', de Peter Hall, en el Rose Theatre, de Kingston (Londres).

En el caso de 'Juliette and her Romeo', lo sorprendente es lo poco que ha tenido que cambiarse en el guión original para convertir la popular tragedia shakespeariana en torno a un amor juvenil, en un estudio del amor entre dos personas ya en el ocaso de sus vidas. El texto original de Shakespeare apenas tiene cambios en la nueva versión

El autor de esta ingeniosa producción, Tom Morris, que se ha basado en una idea de Sean O'Connor, transforma el feroz antagonismo entre Capuletos y Montescos de la tragedia original en una pugna entre dos grupos de ancianos. Los Montescos son los pobres, que se han gastado todos sus ahorros para obtener una cama en un dormitorio común, mientras que los Capuletos son ricos que disfrutan de su propia habitación independiente y tienen un seguro médico privado.

Los dos enamorados se enfrentan a los intereses egoístas de los jóvenes: entre ellos, la hija de Julieta, que presiona a su madre para que se case con el rico París, un viejo con demencia que se pavonea por el asilo exhibiendo una medalla en el pecho y con un ramo de flores en la mano.

Cuando estallan las hostilidades entre los dos grupos, las armas utilizadas no son las espadas, como en la obra original, sino que, como es propio de un asilo, la pelea se resuelve a bastonazos.

Si algo parece funcionar peor, sin embargo, es la segunda parte de la obra, porque, como señala hoy un crítico, no resulta demasiado convincente que, cuando Romeo asfixia a Tibaldo con un almohadón, el castigo -equivalente al destierro del joven a Verona en el original- se limite a su expulsión del asilo.

Fuente: Joaquín Rábago (www.elmundo.es)

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