Se recuperará el Museu de les Arts Escèniques de BCN


La Diputación de Barcelona ha resuelto poner fin a la situación ambigua en que se encontraba su Museu de las Arts Escèniques del Institut del Teatre, con sus fondos almacenados en cajas desde 1989. El próximo martes firmará un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona.

Entre los acuerdos destaca que el Ayuntamiento se compromete a iniciar el trámite para ceder durante cincuenta años la Casa de la Premsa, para que se convierta en sede del citado museo. La Diputación realizará un estudio destinado a permitir la rehabilitación integral del edificio. Y ambas instituciones buscarán los recursos económicos para financiar todo este proyecto.

Este desenlace positivo es la culminación del proceso desencadenado por un artículo que publiqué a finales del 2008 en estas páginas: denunciaba que la Diputación tenía un museo oculto; oculto no significaba en malas condiciones ni que careciera de operatividad.

Desde que tuvo que abandonar la sede espectacular del palacio Güell, el museo había sufrido una situación de incertidumbre, a la espera de que se materializara la construcción de un nuevo edificio. Pese a que el Institut del Teatre se había instalado de forma magnífica en Montjuïc, no había forma de que el mencionado museo vislumbrara la posibilidad de asentarse en una sede, tal como en principio había sido previsto y acordado formalmente.

Todo hacía presagiar que esta situación insostenible, la de verse tan valiosa colección condenada a permanecer almacenada, se enquistaba de forma cada vez más inquietante. Un destino razonable que apuntaba en mi artículo era precisamente el de la Casa de la Premsa, por su cercanía, infrautilización y singularidad arquitectónica. Antoni Fogué, presidente de la Diputación, evidenció desde el primer momento la voluntad de resolver tan enojosa situación heredada; por fin ha desencallado el problema y lo ha encauzado de manera eficaz y realizable.

La Casa de la Premsa era uno de los edificios que cumplieron la misión de ser pabellones de la magna Exposición Internacional de 1929. El proyecto lo dibujó en 1926 el arquitecto Pere Domènech i Roure, hijo de Lluís Domènech i Montaner. Tenía originariamente por misión urbanística marcar con autoridad la esquina de la avenida Rius i Taulet con la calle Guàrdia Urbana.

Su eclecticismo historicista combina distintas fuentes de inspiración, de raíz neomudéjar, neorrománica, neogótica o así, lo que indujo a ensamblar materiales bien diversos, como el ladrillo visto, la cerámica o el hierro.

Últimamente había albergado la sede de la Guàrdia Urbana. Luego hubo la tentativa, fallida, de contener un proyecto de signo gastronómico promovido por el artista Miralda. Desde entonces ha permanecido a la espera de encontrar un destino mejor y definitivo. Aunque externamente ofrece un aspecto adecentado, el interior exige una restauración a fondo.

Algunas de las obras más destacadas de Pere Domènech i Roure fueron encargos para la Exposición de 1929, como el Estadi y el Palau Nacional (en colaboración con los colegas Enric Catà y Pedro Cendoya, hoy sede del Museu Nacional de Catalunya); pero también culminó la obra de su padre en el recinto del hospital de Sant Pau, con la puesta en pie de los cuatro últimos pabellones).

El Museu del Teatre tuvo su origen gracias a la dinámica iniciativa del crítico musical y de teatro de La Vanguardia, Jesús Bertran. Su espíritu inquieto y cívico le indujo a promover ya en 1912 semejante proyecto, que mereció un beneplácito general; y para dar ejemplo, él mismo principió la colección.

No se trata ahora de relatar con detalle esta historia, de muy azarosa trayectoria. Lo que importa es hacer hincapié en algunos hechos significativos, como el haber pasado pronto bajo el amparo de la Diputación de Barcelona, tener como sede el majestuoso palacio Güell o la adquisición de la formidable colección teatral de Arturo Sedó. Desde 1983 pasó a ser denominado Museu de les Arts Escèniques del Institut del Teatre.

Fuente: Lluís Permanyer (www.lavanguardia.es)

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