Dresde recibe a William Forsythe



La organización de la Plataforma de Dresde mantienen su décima edición la dinámica habitual y crea los lazos y reclamos pertinentes como para que la crítica europea y el público del entorno se desplace a esta ciudad alemana en busca de lo que hacen no sólo los nativos, sino los coreógrafos y bailarines de todo el mundo que han escogido (o el país le ha escogido a ellos) Alemania para trabajar. Es un signo vital de cosmopolitismo y una de las características fundamentales en el desarrollo de la danza y el ballet alemanes, se trata de un sentimiento real de apertura, liberado de regionalismos y otras lastras provincianas. El caso prototípico de grandes frutos de esa orientación labroral, ya hoy con la consideración de un clásico moderno, es William Forsythe (Long Island, 1949), que a ofrecimiento de la ciudad establece aquí su laboratorio: The Forsythe Company, fundada en 2005, una escala de conjunto experimental que le permite riesgos y alternancia.
Hasta el próximo domingo la intensidad espectacular se concentra tanto en las salas de la ciudad como en el emblemático sitio vecino de Hellerau, recientemente terminado de restaurar. También se incorpora la Ópera de Dresde con el SemperOperBallett, que cumpliendo expectativas, estrena un programa monográfico sobre piezas de repertorio del propio Forsythe, el coreógrafo neoyorkino que tiene ya hace casi 40 años en Alemania su patria de adopción.
Forsythe, que comenzó como bailarín en Stuttgart bajo la égida de John Cranko y luego refundió el Ballet de Frankfurt (1984-2004) hasta convertirlo en un emblema sólido de modernidad y en un faro estético, mantiene su carrera global en activo, con extemporáneas incursiones en las Artes Visuales (como son sus repetidas visitas a la Bienal de Venecia), la música (las estrechas colaboraciones con compositores contemporáneos alemanes como Thon Willems, Eva-Crossman.Hecht o Heiner Goebbels) y la teoría del arte, pero su centro sigue siendo el ballet, su caja de resonancia creativa y su eje formal, un ballet rupturista, a ratos desconcertante, deconstruido a voluntad. También estarán en Dresde otras figuras consagradas como Meg Stuart, Sasha Waltz, Helena Waldmann y Malou Airaudo, entre otros.
Sobre la idea, que no un lema, de la ausencia de fronteras estilísticas y exhibiendo Hellerau con el orgullo de lo que en realidad es, la edición de 2012 incide en las propuestas innovadoras que reúnen música y baile contemporáneos, un maridaje de progresión necesario para la supervivencia del género.
Hellerau es un sitio cargado de historia y no sólo constreñido a las artes de la danza. Fue en caldo de cultivo desde donde irradió sus teorías Dalcroze y adonde recalaron poco después las coreógrafas Grec Palucca y Mary Wigman. Ellos establecieron allí su residencia y activaron una sucesión de acontecimientos y procesos creativos de vanguardia que a su vez y rápidamente se conocieron en toda Europa. Hellerau pasó por épocas oscuras, desde el afianzamiento del nazismo en Alemania, la guerra y otras miserias de la historia. La restauración se ha hecho a fondo y ha sido larga, porque además, se ha hecho justicia con sus personajes, algunos más famosos que otros, pero todos igualmente vitales como pilares de la danza moderna alemana.
Hellerau fue planificada como la primera ciudad jardín en Alemania, basándose en las ideas del urbanista británico Ebenezer Howard, que muy joven había viajado a Norteamérica y se había hecho amigo de Walt Whitman y de Emerson, junto a ellos adoptó una visión organicista del paisaje y de las mejoras de condiciones de la vida en comunidad. Su libro “Ciudades Jardín del mañana” de 1902 fue decisivo en la motivación que llevó al empresario Karl Schmidt a fundar cerca de Dresde en 1909 la Hellerau actual. La idea era erigir una comunidad orgánica y muy planificada en la que participaron varios arquitectos de renombre de su tiempo. Hellerau atrajo visionarios culturales de toda Europa y entre ellos se encontraban el compositor suizo Émile Jaques-Dalcroze, un aventajado discípulo de Bruckner al que siempre le interesó el ritmo y el cuerpo, el movimiento en todo su esplendor.
Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, los festivales anuales atrajeron a artistas y público inquieto de toda Europa, además de la elite progresista de la época. Con la llegada del gobierno nacional-socialista en 1933, el sueño de Hellerau terminó abruptamente.
Otros nombres emergentes de la escena contemporánea que van a presentarse tanto en Hellerau como en Dresden con sus nuevos trabajos son Constanza Macras, Eszter Salamon, Sebastian Matthias y Laurent Chétaouane.
Fuente: Roger Salas (www.elpais.com)

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