Las irregularidades de los teatros de la SGAE



Las conclusiones que perfila una auditoría de Ernst and Young sobre el proyecto Arteria de compra y construcción de una red de teatros, uno de los principales agujeros por los que se escaparon los fondos de la SGAE durante el mandato de Eduardo Bautista, resultan demoledoras: “La viabilidad del Proyecto Arteria no es clara. Por el contexto de crisis económica, la inversión voluminosa en proyectos de envergadura, las necesidades de recursos para acabar inversiones en curso, el alto grado de endeudamiento, el escaso retorno a corto plazo, la pérdida de valor de los inmuebles”. Solo a corto plazo se precisaría una liquidez de 20 millones de euros para afrontar préstamos contraídos. Y caben únicamente dos caminos, según el informe: pedir mayores préstamos garantizados con el patrimonio de la SGAE o desinvertir, aunque sin que esté seguro el retorno del capital gastado.
Pero… ¿cómo se llegó hasta aquí? ¿Cómo se pudo acometer una empresa de 250 millones de euros que acarreó un endeudamiento de 157 millones?
Si bien la auditoría no llega a perfilar conclusiones perseguibles penalmente (aunque será entregada al juzgado que investiga el saqueo), sí describe claramente el irregular sistema de gestión, a medio camino entre el despotismo y el nepotismo.
Por un lado, se señala el poder ilimitado que poseía Teddy Bautista, presidente de la SGAE y presidente del consejo de administración de Arteria y sus filiales. La auditoría explica que tenía “capacidad para adquirir inmuebles por sí solo”. Decidió “inversiones en teatros e inmuebles y propició una red de clientelismo y fidelidades personales”. Para ello, usó a dos personas de su total confianza y amistad: Emilio Cabrera y Ángel Quintanilla. Con el primero mantenía una “relación familiar”. Como director de obras de Arteria hacía las propuestas de compra por “delegación de Bautista” y Quintanilla, director técnico de Arteria y “asesor de Bautista en la localización de espacios y negociación con vendedores (tasaciones e informes)”.
Bautista usó a arquitectos de su total confianza para tales proyectos que, en algunos casos, le hicieron las obras de ampliación de su vivienda privada. Pero si “recurrentes” eran los arquitectos que hacían todas sus obras, no lo eran menos sus proveedores, a cuya cabeza se hallaba Cornic-Tanase, que facturó 14 millones.
Otras firmas habitualmente contratadas fueron Stonex, Gala, Monlux, Snap Roll, García Diéguez Consulting, De Santi Proyectos, Dangar, Euroseating, Cofely, Gerriets España y Arquitect, Interiorismo Associa....
La auditoría revela extraños entresijos en algunas de esas inversiones. En el caso de la compra de los teatros Coliseum y Lope de Vega, en Madrid, Bautista utilizó tres valoraciones del mismo arquitecto, que iban de 73 a 116 millones. “No informó a los órganos de gobierno de SGAE de cualquier valor de mercado inferior al precio pagado”. Hubo un “conflicto de intereses del notario otorgante con los vendedores, eran miembros del consejo de administración de Bami Newco”; “voluntarismo inusual del Banco de Valencia por la premura del tiempo y la influencia de la familia Soler”.
Todo esto para llegar aquí: “la situación económica actual ha provocado una reducción del valor de la inversión y precio excesivo”. Si se habla de la inversión en el teatro Al-Andalus de Sevilla, se aprecia un desvío de casi 3,6 millones entre la tasación oficial de la obra realizada y el precio pagado. “Causa: gestión de Quintanilla”. También se critica “la falta de implicación de la dirección técnica de la obra en el control de costes y en la coordinación del seguimeinto de obra y contratistas” en el teatro de Bilbao, donde más del 75% de la inversión se concentra en tres proveedores Construcciones Olabarri, Stonex y Fundación Labein, contratada por el Ayuntamiento de Bilbao para la dirección de obra.
En el caso de las inversiones en Argentina, se resolvió cl contrato del arquitecto por “la toma unilateral de decisiones, la deficiente información suministrada sobre las contingencias de la obra, el incumplimiento de las obligaciones de supervisión del proceso de construcción y el reiterado retraso en el cumplimiento de sus obligaciones”. Casualmente, el teatro Metropolitan fue adquirido por 5, 4 millones. El precio tasado era 400.000 euros inferior.
El palacio del infante don Luis en Boadilla no fue ajeno al sistema habitual de reparto: las obras de rehabilitación costaron 2,7 millones. Más de un millón de euros fue al arquitecto de cabecera y otros 500.000 euros a Tanase.
Fuente: Francisco Mercado (www.elpais.com)

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