ROBERTO ZUCCO


TEXTO: BERNARD-MARIE KOLTÈS
TRADUCCIÓN: CRISTINA GENEBAT
DIRECCIÓN: JULIO MANRIQUE
INTÉRPRETES: PABLO DERQUI, CRISTINA GENEBAT, IVAN BENET, MARIA RODRIGUEZ, XAVIER BOADA, ROSA GÀMIZ, XAVIER RICART i ORIOL GUINART
DURACIÓN: 1h 50min
PRODUCCIÓN: TEATRE ROMEA i TEATRE ESPAÑOL
TEATRO ROMEA

Sí ya se ha estrenado una de las obras que más prometía esta temporada. Y yo he sido de esas personas que hemos ido al Romea con ganas, con muchas ganas de descubrirla y a la salida nos hemos dado cuenta que no era para tanto. Y me da pena, mucha pena.

Personalmente, la dramaturgia de Koltès no dejan de ser un conjunto de frases, titulares, sorprendentes, sin duda, pero a las que quizás les falte un nexo. El espectador asiste impávido a una manera de explicar la historia diferente, no hay narrativa, sólo son frases, largas eso sí, pero pedazos de lo que quizás fuera una historia más larga con cuerpo, con forma.

Julio Manrique ha optado por la majestuosidad de una escenografía que recuerda demasiado al European House de Rigola) que interfiere más que ayuda al texto. Al tener paredes y estar tan sumamente encajonado en el espacio escénico perjudicamente seriamente la escucha en determinadas escenas. Además, dependiendo en que localidad te encuentres situado podrás ver algunas escenas o no. Se ha de reconocer que la escenografía no está concebida para ser vista desde las filas laterales y los anfiteatros. Los espectadores de estas localidades se pierden buena parte de la función. 

Pablo Derqui está sensacional, está claro que Manrique le ha regalado un caramelo de papel y el ha sabido sacarle gusto. Del resto del reparto destacaría a Rosa Gàmiz especialmente en su segundo papel de madre y Maria Rodríguez que papel tras papel consigue ganarse el aplauso del público. Otro de los habituales de Manrique es Oriol Guinart, que otra vez hace de mujer, y que, personalmente, me gustaría que en el próximo montaje verlo en un papel más protagonista, no necesariamente femenino.

Como si de una metáfora se tratara, y si se atiende a la construcción escenográfica, parece que el Romea se le ha quedado pequeño a Julio Manrique y su teatro necesita airearse un poco y salir a buscar nuevos horizontes más grandes. Pese a lo cual, y sin tener la visión nublada por el famoso montaje de Lluís Pasqual, Julio Manrique despierta de nuevo a Roberto Zucco a las nuevas generaciones, acentuando excesivamente el carácter de mito.

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