"Los hijos de Kennedy": Los sueños rotos de la década de los sesenta


Fuente: Julio Bravo (abc.es)
Los años sesenta, dice José María Pou, son «la década de los jóvenes, de los derechos de la mujer, del Poder Negro, el movimiento gay y la contracultura; la de la guerra del Vietnam, los misiles nucleares y el bloqueo de Cuba; la del movimiento hippie, el muro de Berlín, el mayo francés, la píldora anticonceptiva y el “Haz el amor, no la guerra”. La década de la bohemia y la disidencia. La década del amor libre, la psicodelia y el pacifismo a ritmo de marihuana. La década musical por excelencia. La década de los Beatles, la de Janis Joplin y Jimi Hendrix, la de Bob Dylan y Joan Baez, la de Woodstock 69, “Hair” y “All you need is love”. La década de Martin Luther King, el Che Guevara, Neil Armstrong y Marilyn Monroe. La decada de John F. Kennedy, y de su asesinato».
El magnicidio que sacudió al mundo el 22 de noviembre de 1963 -pronto hará cincuenta años- fue el hecho, según Pou, que rompió los sueños y las ilusiones de toda una generación. De ella, del desencanto, del fracaso de los héroes, de la frustración y de los muñecos rotos habla «Los hijos de Kennedy», una obra de Robert Patrick estrenada en 1973 en el cuarto trasero de un pub londinense y que el boca a boca llevó pronto a los teatros de todo el mundo (también a los españoles: en Madrid se estrenó en febrero de 1977). El aniversario del asesinato fue la excusa que le ha servido al productor Pedro Larrañaga para volver a poner en pie esta obra (que interpretó su madre, María Luisa Merlo), con dirección de José María Pou y un atractivo y garante reparto: Maribel Verdú, Emma Suárez, Ariadna Gil, Fernando Cayo y Álex García. Ana Garay firma la escenografía y el vestuario, y la iluminación es de Juanjo Llorens.

Solos en el bar

Un bar es el escenario donde los cinco personajes de esta desengañada función -«a pesar de ello, con un humor increíble», dice Pou-, escupen su soledad y su frustración con una copa en la mano. Están en la década de los setenta y atrás queda la memoria de lo que pudo haber sido y no fue: «Sparger (Fernando Cayo) es un actor homosexual que vivió la contracultura y el underground teatral -explica el director-. «Carla (Maribel Verdú) es una aspirante a actriz, que tras la muerte de Marilyn Monroe se cree su sustituta. Rona (Ariadna Gil) fue una hippy, y cuenta el movimiento desde su vivencia. Wanda (Emma Suárez) es una secretaria, representante de laamericana media, y tras el asesinato de JFK dedica la vida a su memoria. Y Mark (Álex González) era un joven inocente al que embarcaron en un avión para luchar en la guerra de Vietnam, donde le convirtieron en un asesino». En ese bar (o esos bares), donde están para amortiguar su dolor, los cinco se encuentran solos, y hablan porque, dice Pou, «tienen la necesidad de comunicarse». Son «hijos» de Kennedy, pero también de Martin Luther King, de Marilyn Monroe, de Gandhi, de Timothy Leary...
Envuelta en canciones -«la década de los sesenta es, musicalmente, la más rica», sigue Pou-, la función pretende revisitar aquella época, porque el texto no es sino una crónica de aquellos días. «Muchos -confiesa el director- seguimos colgados de los sueños de los sesenta, porque se rompieron abruptamente».

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