La danza pierde uno de sus mayores mitos, Maya Plisetskaya


Fuente: Rafael Mañueco (abc.es) | Foto: AFP
Maya Plisetskaya puso el pie por primera vez en España en septiembre de 1983, durante una gira con el teatro Bolshói de Moscú, del que era su primera bailarina. Cuatro años más tarde, se hizo cargo de la dirección artística de la Compañía Nacional de Danza en España. La bailarina y coreógrafa rusa, que obtuvo también la nacionalidad española por carta de naturaleza, fue mundialmente famosa por su interpretación de «El Lago de los Cisnes» y por ser una de las personalidades más relevantes del mundo de la danza desde Anna Pávlova. Recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2005, junto a Tamara Rojo.
Nació en Moscú el 20 de noviembre de 1925. Su madre era actriz y su padre ingeniero. Comenzó a bailar en el colegio a la edad de tres años. En 1934 ingresó en la escuela de danza de Moscú, donde estudió con Elizabeta Gerdt, y en 1941 se incorporó al Teatro Bolshói, donde pronto se convirtió en una estrella. 

Problemas con el KGB

Sus interpretaciones de los dos cisnes, el blanco y el negro, Odette y Odille, en el ballet de Piotr Chaikovski «El Lago de los Cisnes» la consagró como diva a nivel internacional. Bailó también en ballets como «Romeo y Julietta», «Don Quijote» y «Carmen». En 1972 asumió por primera vez la tarea de la dirección escénica y fue la coreógrafa de su personaje, Anna Karénina, basado en la novela homónima deLeón Tolstói, sobre una partitura de su marido, el compositor Rodión Schedrín.
Durante la época soviética procuró mantener cierta independencia creativa, lo que le terminó causando problemas con el KGB, los servicios secretos del régimen comunista. Pese a ello, Plisetskaya era una de la pocas artistas a las que le era permitido actuar fuera de la URSS para hacer propaganda del arte soviético. En febrero de 1987, en plena «perestroika» soviética, aceptó la dirección artística de la Compañía Nacional de Danza en España, cargo del que tomó posesión el 1 de diciembre, y representó obras como «María Estuardo», con una coreografía concebida especialmente para ella y presentada en Madrid en noviembre de 1988 como estreno mundial. Permaneció en el puesto hasta mayo de 1990, cuando fue sustituida por Nacho Duato.
En julio de 1992 regresó a Moscú para participar en una gala en la Plaza Roja, junto a los mejores bailarines del mundo, en apoyo al proceso de democratización en Rusia. Cuatro años más tarde volvería para apoyar la reelección de Borís Yeltsin. Y en 1998 fundó el Ballet Imperial, con el que se presentó en las principales ciudades del mundo, entre ellas Madrid. El 20 de noviembre de 2000 celebró su 75 aniversario con una actuación estelar en el Bolshói y recibió la Orden al Mérito de Rusia de manos del presidente Vladímir Putin.

Sus últimos años

En estos últimos años se ha dedicado con mayor profusión a impartir clases y a recibir homenajes, con excepcionales actuaciones. Entre sus galardones destacan también la Medalla de la Legión de Honor de Francia y la de Oro de las Bellas Artes de España, que recibió de manos de los Reyes el 3 de julio de 1991. Plisetskaya siempre aseguró sentir un gran cariño por España. Cuando de niña empezó a bailar, lo que mejor se le daba era la danza española. No obstante, en su memorias publicadas en 2006 reconocía que su paso por la dirección del Ballet Lírico Nacional fue «como un tormento».
«No dejaron de ponerme trampas personas de mi entorno más próximo; gentes que, a buen seguro, deseaban estar en mi lugar». «Se pusieron en mi boca cosas que no había dicho ni pensado. Fue una situación difícil a la que contribuyó no conocer el idioma y que mi capacidad organizativa sea mucho menor que mi capacidad como bailarina», escribió en su libro.

Infancia terrible

Cuenta también en su autobiografía que tuvo una infancia terrible por culpa de la represión estalinistaSu padre terminó siendo fusilado y su madre, acusada de traicionar al pueblo y condenada a trabajos forzados. Bajo sospecha de espionaje, Plisetskaya tuvo prohibido durante mucho tiempo viajar al extranjero. Ella relata que «no pasaba un sólo día sin que pensara en suicidarme». Al final, consiguió superar el veto y bailar en Estados Unidos, Francia, Reino Unido e Italia.
En una entrevista a este corresponsal, Plisetskaya dijo que «no me canso de repetir que los bailarines clásicos españoles tienen muy pocas oportunidades. En España tiende a desaparecer el ballet clásicoy no por falta de jóvenes promesas. Hubo hace tiempo un funcionario, un responsable de Cultura, que decidió que España no necesita ballet clásico. Se acabaron entonces la financiación y las ayudas. El flamenco es maravilloso y la danza necesita modernizarse pero no se puede desechar el ballet clásico».

La muerte del cisne

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